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Un recordatorio de que el “control” sobre el futuro es meramente una ilusión. Que lo imprevisto y lo inesperado traen sorpresas gratas. Que un vínculo no se mide por la cantidad de tiempo, sino por la calidad de los momentos compartidos. Una oda a la abundancia y al regocijo de la vida en el mar. Una experiencia inesperada acompañada de un sentir renovador. Un altar al “vibrar bonito” de la gente con la que compartí. Un amuleto para regresar en el tiempo y revivir el goce de lo esencial, con poco valor estético, pero con mucho valor sentimental.
COSTA RICA
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